No siento nada al hacer el amor: es una queja muy frecuente de muchas personas, tanto hombres o mujeres, que me escriben o vienen a mi consulta angustiados porque no disfrutan de las relaciones sexuales con penetración.
Físicamente, hay una explicación muy sencilla para que a hombres y a mujeres no les guste la penetración vaginal: la estimulación física que se recibe no es suficientemente placentera.
- La vagina es únicamente sensible los 3 o 4 primeros centímetros, el resto del canal vaginal apenas tiene terminaciones nerviosas; es por eso que las mujeres podemos colocarnos un tampón cuando tenemos la regla y no notarlo en absoluto. Por tanto, durante la penetración la mujer puede no recibir una gran estimulación a nivel físico
- La presión que ejerce la vagina sobre el pene puede no ser suficiente para algunos hombres. Muchos han aprendido a masturbarse ejerciendo mucha fuerza con su mano sobre el pene, y disfrutan de esa presión y de esa fuerza. En ocasiones, la vagina puede no tener la tonicidad suficiente para agarrar el pene con tanta fuerza como lo haría el propio hombre con su mano y, por tanto, no disfrutan del roce que les ofrece la vagina (incluso mujeres con un suelo pélvico fuerte pueden no ofrecer suficiente roce a hombres acostumbrados a masturbarse con mucha fuerza)
A pesar de que en muchas ocasiones la estimulación física que reciben hombres y mujeres durante la penetración vaginal pueda ser escasa, la sensación emocional, la conexión con la pareja y el morbo pueden ser lo suficientemente estimulantes para que la penetración sea una práctica muy placentera y, por tanto, hacer el amor sea muy satisfactorio. De hecho, por eso lo llaman hacer el amor.
Otras personas, por el contrario, no encuentran la penetración muy estimulante a nivel emocional: no se sienten especialmente unidas a su pareja por el hecho de penetrar o ser penetradas, ni les parece especialmente morboso juntar los genitales de esa manera. Por tanto, es frecuente que expresen eso de no siento nada al hacer el amor.
Muchas de estas otras personas sí que disfrutan mucho del resto de prácticas sexuales que existen: les resultan muy estimulantes físicamente, pues les estimulan el clítoris directamente, el pene recibe el roce con la fuerza deseada o se tocan otras zonas erógenas muy placenteras. Además, también pueden obtener mucho placer a nivel emocional y sienten que están haciendo el amor con sus parejas, aunque no haya penetración.
La penetración vaginal es la práctica sexual más extendida y más practicada en nuestra cultura. Eso es porque, evolutivamente, tiene su sentido, pues es la práctica que permitía la evolución de la especie. Lamentablemente, a día de hoy no lo tiene, pues el 99,9% de las relaciones sexuales que mantenemos son por placer, no para reproducirnos (de hecho, usamos los métodos anticonceptivos a nuestro alcance para evitar embarazos no deseados). Pero por efecto de la inercia que mantenemos tras siglos de costumbres y por la idealización de la penetración vaginal que nos ofrecen las canciones, películas, libros y demás, parece que todos tenemos que practicar y disfrutar, necesariamente, de la penetración vaginal para poder decir que tenemos una sexualidad plena.
Realmente, la penetración es sólo una práctica más del enorme abanico de prácticas sexuales de las que podemos disfrutar: besos, caricias, abrazos, sexo oral, sexo anal, masturbación, frotamientos, juegos varios… Yo siempre recomiendo a todo el mundo que deje, por una temporada, de practicar la penetración vaginal. De esta forma, podemos ver si la practicamos por inercia y si nos gusta tanto como practicarla con tanta frecuencia. Además, al descartar la práctica principal de nuestro repertorio no nos queda más remedio que explorar el resto, redescubrir nuestro cuerpo y nuestro placer y, por tanto, reconstruir nuestra sexualidad dejando de lado las presiones culturales y las costumbres sociales.